Una vida consagrada

Esta página intenta mantener la memoria de un ser extraordinario, un erudito en el más estricto sentido de la palabra, un típico representante del romanticismo literario y un dedicado hombre de ciencia.

Pablo Gerardo Ponzano era todo esto y mucho más. Su azarosa vida se inició junto al río Paraná y sus cenizas volvieron a él en cumplimiento de su último deseo. Aunque su fructífera vida intelectual se desarrolló prácticamente en Córdoba, él amaba al gran río con toda la fuerza de sus recuerdos infantiles junto a un abuelo maravilloso que marcó para siempre su vida aventurera.

Pablo anduvo por el mundo, especialmente vivió aventuras durante su período brasileño, cuando estudió en la Universidad de San Pablo, mientras recorría la selva en una avioneta para recoger muestras para la industria médica. Quiso el destino que un terrible accidente, en el que murió el piloto y él salvó su vida milagrosamente con terribles secuelas físicas, lo obligara a volver a su patria e integrarse a los círculos intelectuales de la Córdoba doctoral, puesto que sus padres habían optado por esta provincia para radicarse, primero en San Francisco y luego en Unquillo. Pablo raramente hablaba del dolor de este cambio, pero incidió en su creación literaria.

Hizo de todo en su vida, era psicólogo clínico, pero no ejercía; se había especializado en una actividad que entonces era incipiente: la estadística. Pero donde verdaderamente brilló fue en el periodismo, al cual llegó casualmente y adoptó como propio por el resto de su vida. Su mente científica lo llevó a integrarse al equipo docente que creó la Escuela de Ciencias de la Información. También fue perseguido por su actividad durante los años de plomo, durante los que figuró en varias listas negras y fue despedido de la Universidad. Pero nada amainaba su capacidad creadora. Escribía libretos de radioteatro para la radio, poesía para el alma y noticias para el diario especialmente referidas al cine y las artes plásticas, todo con la misma brillantez y el mismo compromiso. En los últimos veinte años hizo una fructífera sociedad intelectual con el neurobiólogo Osvaldo Panza Doliani, con el que publicó 17 libros de difusión científica sobre la especialidad.

En esta página se pone a consideración de los navegantes de la red, toda su obra literaria publicada, así como su bibliografía completa. Los que hacemos este homenaje tuvimos la suerte de acompañar a Pablo en un corto tramo de su vida, pero nos llenó de luz, de sabiduría, de alegría y de amor.

Datos biográficos

Pablo Gerardo Ponzano nació en Resistencia, Chaco, el 22 de junio de 1927 y falleció en Córdoba el 24 de agosto de 2003. Luego de sus estudios secundarios, cursó la Licenciatura en Filosofía y Humanidades en la Universidad Católica de San Pablo, Brasil, especializándose en Psicología. Fue docente en la escuela de Ciencias de la Información de la UNC, periodista de los diarios Córdoba y La Voz del Interior. Desde 1980 se dedicó a la investigación científica en las áreas de filosofía y psicología aplicadas a la neurobiología y neurofisiología del aprendizaje junto al neurobiólogo Osvaldo Panza Doliani. Juntos escribieron 17 libros sobre el tema, entre los que se destacan “El saber sí ocupa lugar” y “Violencia escolar”.

Pero su obra no termina en estas publicaciones de divulgación científica, porque antes que ello, Ponzano era un poeta, en ese género ha publicado varios libros, entre los que se destacan el último “El capitán de la conquista” (2003), presentado poco antes de su fallecimiento en el Cabildo Histórico de Córdoba, una oda a don Jerónimo Luis de Cabrera, el fundador de la ciudad que eligió para vivir. Este libro obtuvo el premio del Fondo Nacional de las Artes. Otros importantes libros de poesía de su pluma son “Alpha” (1976), “Ouroboros” (1993) y “Poetas en Córdoba” (1999), junto con Francisco Colombo. Fue presidente de la Sociedad Argentina de Escritores en el período 1974/76.

Ponzano era un hombre profundamente consustanciado con la cultura, de una formación profunda y de intereses polifacéticos. Otra de sus actividades destacadas fue relacionada con las artes plásticas como crítico y jurado en salones provinciales y nacionales. En ese sentido, cabe destacar la importante tarea que desempeñó en cuanto a asesoramiento y docencia con diferentes artistas plásticos que se ha visto reflejada en los escritos de índole crítica publicados en los catálogos de diversas exposiciones de pintura, escultura y grabado. En 1982 fue premiado como personalidad destacada en el ámbito de la cultura por la Federación de Entidades Profesionales Universitarias. Recibió la medalla de la Academia Nacional de Ciencias a la divulgación científica en 1969, entre otras destacadas distinciones.

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Título: Fuego Azul

Autor: Pablo Cantó (Seudónimo de Pablo Ponzano)

Año: 1952

Editorial: Librería y editorial Castellví S.A.

Título: Cómo trabajan y cómo se enferman los periodistas en Córdoba

Autor: Pablo G. Ponzano

Año: 1973

Editorial: Sindicato de Prensa de Córdoba

Título: Alpha

Autor: Pablo G. Ponzano

Año: 1976

Editorial: Der golem editores

Título: La vida extraterrestre

Autor: José Alvarez López, Antonio Rivera, Pablo Ponzano, Mario Ferrini

Año: 1976

Editorial: Kier S.A.

Título: Ouroboros

Autor: Pablo G. Ponzano

Año: 1993

Editorial: Alción Editora

Título: El saber sí ocupa lugar

Autor: Osvaldo Panza Doliani y Pablo Gerardo Ponzano

Año: 1994

Editorial: Ciencia Nueva

Título: AMIA in memoriam

Autor: Autores varios

Año: 1995

Editorial: Ediciones Argos

Título: Las enfermedades que se aprenden: Anorexia y bulimia

Autor: Osvaldo Panza Doliani y Pablo Gerardo Ponzano

Año: 1997

Editorial: Universidad Nacional del Litoral, Fundación Banco Bica y Ciencia nueva

Título: Investigación científica y práctica docente pluridisciplinaria

Autor: Osvaldo Panza Doliani y Pablo Gerardo Ponzano

Año: 1998

Editorial: Ciencia Nueva

Título: Escaparate

Autor: Autores varios

Año: 1999

Editorial: CISPREN y la municipalidad de Córdoba

Título: Aprender de la vida para un cambio cultural

Autor: Osvaldo Panza Doliani y Pablo Gerardo Ponzano

Año: 1999

Editorial: Ciencia Nueva

Título: Aprender de la vida: neurobiología y neurofisiología del aprendizaje (4 partes)

Autor: Osvaldo Panza Doliani y Pablo Gerardo Ponzano

Año: 1999

Editorial: Ciencia Nueva

Título: Poetas en Córdoba

Autor: Francisco Colombo y Pablo G. Ponzano

Año: 1999

Editorial: Ciencia Nueva

Título: Violencia escolar

Autor: Osvaldo Panza Doliani y Pablo Gerardo Ponzano

Año: 2000

Editorial: Ciencia Nueva

Título: Nuestros hijos y las drogas

Autor: Guillermo Fernandez D'Adam, Osvaldo Panza Doliani, Pablo G. Ponzano, Mina Seinfeld de Carakuchansky

Año: 2003

Editorial: Ciencia Nueva

Título: El capitán de la conquista

Autor: Pablo Ponzano

Año: 2003

Editorial: Ciencia Nueva

Título: Navidad

Autor: Autores varios

Año: 2005

Editorial: Navidad asociación civil de apoyo a las entidades de bien público

EN CONSTRUCCIÓN.

Huella indeleble

Por Cristina Castello

De la universidad me quedó la huella indeleble de mi maestro, Pablo Ponzano –poeta, periodista, escritor– de quien aprendí también la importancia de dejar un surco, de pasar la antorcha. ¿Trabajamos “como” o “somos” periodistas?, nos preguntábamos. “Somos” personas y “trabajamos” –cuando tenemos trabajo– como periodistas. Pero trabajar como periodista es Ser Humano. Es -o debería ser- respetar la sacralidad de la vida. Es estudio e investigación, responsabilidad y entrega. Es –o debería ser– amor en acto, para intentar desde la comunicación que la existencia sea plenitud y no vacío.

Una vida inspirada

Por Andrea Guiu (*)

Conocí a Pablo Ponzano por mediación de mi profesor de Literatura Hispanoamericana, Ulises Picco. Acababa de licenciarme en Letras Modernas, en una Córdoba que empezaba a resurgir de las cenizas. Mis congéneres le habían puesto el cuerpo a la guerra de Malvinas y estaban, estábamos, un tanto desorientados y aturdidos por el país que nos tocaba construir, entre las voces de los que se habían exiliado, de los colaboracionistas, de los que resistieron en sus puestos camuflando su identidad o volviéndose invisibles. Era una Córdoba convaleciente, con heridas profundas; y también la de los estudiantes circulando por las calles distendidas de los primeros festivales de teatro, de las peñas; que celebraba la vuelta de Serrat y de Mercedes Sosa, la reapertura de la Escuela de Cine y del Comedor Universitario, todo ese paquete seductor y refrescante de experiencias que se llamó primavera de Alfonsín antes de que un falso y largo estío nos mostrara sus (nuestras) hilachas.

Por esos días, mi avidez y curiosidad encontró el maestro ideal. A Pablo le encantaba compartir y enseñar lo que sabía, pero no con la actitud de quien se cree dueño del saber, sino más bien la del interlocutor, en el sentido deleuziano de “aprender haciendo con el otro”, de dejarse sorprender por lo que se descubre con el otro.

El mundo de Pablo era un mundo poblado de libros y de obras de arte, como si fueran habitantes naturales de la casa. Prácticamente, no había lugar en ella donde no hubiera volúmenes de todas las épocas y las más insólitas procedencias, además de los cuadros, casi todos originales y muchos de ellos obsequiados por sus amigos pintores, que conociera de cerca en los muchos años dedicados a la crítica de arte. Tenía a mano, junto a su computadora, un atril con un diccionario de sinónimos y etimologías siempre abierto. Desde el principio, me sorprendió su amplitud de intereses. Escribió y publicó poesía desde su juventud –“Ouroboros”, “El capitán de la conquista”, son algunos títulos–, mientras estudiaba los procesos neurobiológicos de la memoria y su relación con la violencia, preocupado por el futuro de los niños. De ese trabajo, en colaboración con el doctor Osvaldo Panza Doliani, nacieron varios libros que dio a conocer en sus charlas por distintas universidades del país.

Pablo era un ser generoso, de risa franca y una gran calidez y lealtad para con sus amigos. Aún en los últimos tiempos, en que su enfermedad lo aquejaba duramente, mantenía vivo su espíritu inquieto y tenía, como siempre había tenido, varios proyectos en marcha y otros tantos en la galera.

Era un pensador original, un humanista de los de antes. Creía que un verdadero intelectual debía ser capaz de una mirada global, que considerara los aspectos histórico, estético y científico de un fenómeno, y no sus parcialidades. Recuerdo una charla en medio de una caminata por avenida General Paz, en medio del bullicio de los bocinazos. Hablábamos sobre la ética y él me decía que era una construcción privada frente a la moral pública. Yo le preguntaba hasta dónde era posible la libertad de esa construcción existiendo la otra. Todavía me lo pregunto.

Es que, con los años, vamos valorando distintas cosas. Esa, por ejemplo: la cuestión de la libertad. Otra, la de la vida. Pablo fue un hombre vital hasta el final. Y esto, que pareciera una verdad de Perogrullo, no lo es. Muchos, demasiados, sencillamente duran. Pablo le peleó la partida al cáncer durante tres años sumamente productivos y ricos. Se casó en segundas nupcias con Alicia, disfrutó a Paloma, su nieta, hija de su hija Claudia, y a su hijo Antonio. Siguió de cerca la suerte de sus amigos. Vio terminada su hermosa casa en barrio Juniors. Y la habitó hasta el último rincón.

¿Qué nos queda de nuestros muertos queridos sino su recuerdo en vida? ¿Y qué mejor que su vida como fuente de inspiración?

(*) Andrea Guiu es escritora y periodista. Colabora regularmente en el suplemento cultural del diario “La Voz del Interior” desde el año 1986. Ha sido co-editora de dicho suplemento y fundadora y redactora de la revista de crítica literaria “Tramas, para leer la literatura argentina”, que apareció entre 1995 y 2000. Publicó su novela “El árbol de los muertos” (Alción Editora).

Un hombre culto y generoso en la redacción del “Córdoba”

Por Jorge Oscar Piva (*)

Hacia 1983 algunos sobrevivientes del naufragio del diario “Tiempo de Córdoba” nos incorporamos al vespertino “Córdoba”, que claudicaría, también, pocos años después. Allí tuve el privilegio de compartir cada tarde con Ponzano, jefe de la sección Cultura y Espectáculos. Por cierto, conocía a Ponzano desde mucho antes –quién no, en el ambiente periodístico– pero fue a partir de entonces que pasó a ser, para todos los nuevos de la sección, Pablo. Orillaba los 50 años –un viejo, para nosotros– y ya había sido campeón de ajedrez, presidente de SADE, poeta, escritor, delegado gremial, investigador del fenómeno OVNI, docente, crítico de cine y plástica, esposo y padre. Lejos de intimidarnos con su curriculum, Pablo nos franqueó su confianza y se dedicó, generoso y paciente, a corregir algunas de las burradas en que incurríamos, tanto en el oficio como en algunas cuestiones personales.

Pablo Ponzano perteneció a una estirpe de periodistas formados en la convicción de que ese oficio insumía una altísima responsabilidad: era, ante todo, un hombre muy culto. Esto, como consecuencia de una curiosidad intelectual rayana en la voracidad: sabía de ciencia, de arte, de lengua castellana y literatura. Junto a Alejo Díaz Tillard –el inolvidable Buque– conformaban una dupla de memoriosos a quienes los propios encargados del archivo acudían para averiguar, por ejemplo, la composición de una Junta de Comandantes bajo el gobierno de Frondizi, o la fecha en que los hermanos Emiliozzi ganaron un gran premio de Turismo de Carretera, o quién había sido el presidente de Indonesia durante la Segunda Guerra Mundial. Por cierto, aún no se habían difundido las computadoras ni existía Internet y uno de los principales capitales profesionales de los periodistas era, justamente, el registro y memoria de la información. Pero cuando digo que Pablo era muy culto, quiero decir que a esos datos sumaba una personal interpretación del mundo y sus fenómenos, y varias conclusiones.

Fue uno de los primeros –de hecho, el primero entre aquel plantel del “Córdoba”– que abrazó con pasión las novedades tecnológicas que terminarían por reemplazar las viejas máquinas Lexicon y Olivetti por computadoras y su jerga informática. A diferencia de varios de sus colegas de la vieja guardia, que se jubilaron sin haberse sentado nunca ante una pantalla de PC, Pablo aprendió y defendió las ventajas de la nueva tecnología, que para muchos de nosotros, en principio, era una cuestión inextricable, ajena al sano ejercicio del tipeo en papel, aporreando teclas, con cintas gastadas y el desafío permanente de escribir bien de primera intención, ya que corregir significaba escribir toda la cuartilla de nuevo. No faltaron los fundamentalistas olivettianos que tildaron a Ponzano de hereje, traidor a la noble causa de aquel periodismo que transcurría en gran medida en bares y mentideros, y cuyas redacciones eran un permanente jolgorio de sabihondos y suicidas, o candidatos a serlo. No obstante, no sorprendió que fuera Pablo el adelantado en este tema, pues ya lo había sido en muchos otros. El más resonante, quizá, lo tuvo como especialista en la década del 60: el fenómeno OVNI, que por entonces ocupaba buena parte de la atención pública.

Tengo presente un diálogo al respecto, cuando Ponzano había clausurado su afición al tema y José de Zer, aquel recordado cronista de Canal 9, buscaba extraterrestres en el cerro Uritorco y mostraba las luces de los automóviles, a la noche y a lo lejos, como si fueran de platos voladores.

-Vos investigaste el tema –le dije-. ¿A qué conclusión llegaste?

-No hay nada –confió Pablo-. No hay evidencias, no hay pruebas, no hay un solo dato científico que permita afirmar que hay vida extraterrestre.

Tiempo después, ante la inexorable decadencia del diario “Córdoba”, la solidaridad y buenos oficios de entrañables amigos como Víctor Staszysin y Francisco Pancho Colombo le permitieron a Pablo ingresar a La Voz del Interior, junto a su compañera y madre de su segundo hijo, la escritora Alicia Ares.

Desde entonces lo encontraríamos en presentaciones de libros, o muestras plásticas, y lo encontraríamos como siempre: traje marrón o gris –Pablo siempre fue una persona elegante y formal, al punto que no lo recuerdo vestido de otro modo–, dinámico, como si estuviera a punto de llegar tarde a algún lado, hablador, prendiéndose en cualquier tema, aunque menor, con el énfasis de las grandes causas. Y sobre todo, con una sonrisa permanente y una carcajada estentórea, que fue la forma con que afrontó la vida y sus altibajos. Creo que descreía de Dios, y su longevidad –él mismo lo confesaba– tenía un secreto: cada día motorizaba algún nuevo proyecto y hacía de cuentas que iría a vivir doscientos años.

Lo vi por última vez en la Biblioteca Córdoba, en ocasión de la entrega del Premio Letras de Córdoba de poesía. Comparado a varios de sus colegas que evidenciaban el paso de los años, Pablo parecía el mismo de siempre. Sin embargo, me confesó que estaba muy enfermo. El gobernador De la Sota se acercó a saludarlo y Pablo le habló de proyectos, de libros, de derechos de autor que pretendía donar a la provincia. No sé si habrá tenido tiempo de concretar algo de todo ello. Me dicen que hasta la noche previa a su muerte, siguió dando indicaciones y haciendo planes. Y que entrevió, lúcidamente, a la infame pasajera cuando vino a buscarlo para el viaje definitivo.

En algún lugar de la memoria de muchos, late el recuerdo de un hombre culto y generoso, y carcajea su risueña mirada sobre las cosas de este mundo.

(*) Periodista y escritor. Su novela “El carro del vencedor” se desarrolla en ámbitos y con personajes, si bien de ficción, muy similares a los evocados aquí.

Pablo Ponzano, un humanista

Por Francisco Colombo (*)

Con Pablo Gerardo Ponzano me unió una amistad de casi cincuenta años, privilegiada por las preocupaciones culturales y periodísticas. Recuerdo que nos conocimos en 1957 en una reunión de la Sociedad Argentina de Escritores – Filial Córdoba, donde con otros jóvenes fuimos consolidando una amistad invariable. Era común en la década del sesenta las reuniones en los cafés y en nuestras casas motivadas por los temas culturales. Fue la época de las revistas literarias, de la Bienal de Artes Plásticas de IKA, y de la aparición fortalecida de los teatros alimentando los espíritus, del crecimiento político sindical, fue cuando Córdoba era una fiesta para la esperanza.

De SADE me solicitan una silueta escrita de su persona, tal lo recuerdo. Lo veo un hombre animoso, locuaz y cordial, participando en el diálogo, elevándolo. Para ese entonces, hacía poco había regresado de una estadía de varios años en Brasil, donde había sufrido un accidente en la avioneta donde viajaba, en su carácter de asistente sanitarista del Ministerio de Salud de un estado de esa hermana nación. Se había salvado junto al piloto de milagro, porque el aparato cayó sobre un abundante follaje. De resultas, usaba bastón y como siempre vestía elegantemente.

De lo que me contó de su estancia en el país vecino, cuyo idioma, el portugués, hablaba correctamente (hablaba también el francés y el inglés), recuerdo que había egresado de la carrera de Psicología, dependiente de la facultad de Filosofía y Letras, de una universidad estatal, no puedo precisar si de San Pablo o de Río de Janeiro. También trabajó en Brasil como periodista profesional en el diario Folha de San Paulo... De acuerdo a las conversaciones mantenidas en ese período, me contó que en el país carioca había publicado un libro, titulado “Fuego Azul” y me leyó una novela inédita.

Pablo Ponzano había nacido en Resistencia, provincia del Chaco, el 22 de junio de 1926. Una década aproximadamente después su familia se radicó en la ciudad cordobesa de San Francisco, donde cursó la escuela secundaria. Como estudiante, a los 15 años, participó como orador del Partido Socialista. Luego se trasladó a nuestra ciudad, donde ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba. Un par de años más tarde, se radicó en la ciudad de Buenos Aires, continuando sus estudios de medicina, cursando el quinto año de esa carrera y trabajando como psicólogo clínico en el Hospicio Mercedes. Por esos años viajó a París, donde residió una temporada, para elegir Brasil como lugar para vivir, de donde llegó a nuestra tierra por causa de ese accidente aéreo. Como sus padres tenían una casa de veraneo en Unquillo, venía a menudo a nuestra ciudad, como también sus amigos íbamos a visitar esa generosa casa.

Su vasta y profunda cultura lo ubicaba como hombre de consulta y sujeto polifacético. Es así que trabajó por más de cuarenta años en el periodismo escrito y en el radial, adjuntando a su labor el valor agregado de su cultura clásica y contemporánea.

En la ciudad de Buenos Aires trabajó en programas de Radio Nacional, como también aquí en Córdoba, en dicha emisora, llevando adelante un programa de difusión bibliográfica. También trabajó en LV2, de nuestra ciudad. Debemos sumar el programa sobre OVNIS, un enfoque científico de ese tema, en colaboración con el ingeniero José Alvarez López, que ocupaba el dial de Radio Universidad. Ambos autores publicaron en colaboración un libro titulado “La vida extraterrestre”, en la editorial Kier, de Buenos Aires.

En el periodismo escrito pasó por las redacciones de Ultimas Noticias, Córdoba y La Voz del Interior, en cuyas páginas están de prueba la enjundia de su erudición y su capacidad de trabajo. Recuerdo que en el comienzo de la década del setenta ganamos el primer premio municipal por una serie de notas en colaboración sobre la historia de Córdoba, superando desde el diario Córdoba a las redacciones de Los Principios y La Voz del Interior. En los últimos años se especializó en la crítica de arte, actividad por la que sentía una fuerte simpatía y un hondo conocimiento.

Su vocación por la ciencia, una de las varias facetas de sus preocupaciones vitales, o llevó a trabajar en forma ininterrumpida hasta su muerte con su amigo el médico Osvaldo Panza Doliani, en la investigación y la publicación de libros de neurobiología en relación con el aprendizaje de niños y jóvenes, obra que reúne 17 títulos, todo un esfuerzo que no puede quedar sin la difusión necesaria, ya que en muchas de esas obras plantea el actual tema de la violencia escolar. Como una extensión de su vocación docente ocupó una cátedra en la Escuela de Ciencias de la Información, dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba, y producido el golpe militar del año 76, como la mayoría de sus colegas, fue dejado cesante, para ser reintegrado a dicha cátedra con el advenimiento de la democracia en 1983.

Hasta 1972 los periodistas trabajábamos seis días a la semana, o sea que teníamos un solo día franco y la vida fluía. Creció en nosotros la idea de alcanzar un día más de descanso, para bien de la familia. En ese año yo ocupaba la secretaría general del Sindicato Argentino de Prensa, filial Córdoba, y tras la idea de mejorar nuestra situación laboral, le solicité a Pablo Ponzano una investigación sociológica-médica, para fundamentar nuestra aspiración de gozar un día más de libertad. Era el hombre indicado, volcó en ese estudio todos sus conocimientos y luego de una ardua tarea, nos entregó el resultado de esa investigación que se titula “Cómo trabajan y cómo se enferman los periodistas en Córdoba”. En ese entonces existía la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa -FAPREN- y a través de esta entidad madre divulgamos esta investigación en todos los gremios de las provincias y tras la natural agitación y movilización, se consiguió que el Honorable Senado de la Nación declarara la obligatoriedad de que la labor del personal periodístico fuese de treinta horas semanales, esto es, seis horas por cinco días de trabajo. Una importante conquista laboral que muchos periodistas no tienen ni noticias de lo que costó conseguirla.

En su labor de poeta entregó al comienzo de los 80 el libro “Alpha”, luego le siguió “Ouroboros”, en 1999 me tocó compartir con él un proyecto de ediciones de poetas residentes en Córdoba, en ediciones de dos poetas en un mismo libro y unidos por la amistad, denominada “Poetas en Córdoba” – Colección Tipas de la Cañada – y en 2003, publicó un poemario escrito cuarenta años antes: “El Capitán de la Conquista”con dibujos de Luis Saavedra y prólogo de Efraín U. Bischoff.

Sufrió una enfermedad con entereza admirable, y le peleó a la muerte como si estuviese jugando una partida de ajedrez, juego del cual era un sólido maestro y ésta es su otra contribución que nos entregó en silencio. Pablo Ponzano vivió y trabajó para la cultura, es decir, una forma ideal que tiende a superar la vida de todos los días, engrandeciéndola. Sus hijos tienen motivos para honrar su memoria.

(*) Francisco Colombo es poeta y periodista. A lo largo de su fructífera vida iniciada en 1933 en Médano de las Cañas (hoy Wenceslao Escalante), ha publicado poesía, narrativa y trabajos de indagación histórica relacionados con la proyección cordobesa en la vida nacional. Su último libro, titulado “Libro de Elogios”, publicado por El Taller del Escritor, fue presentado durante la edición 2005 del Festival de Cosquín en la cual participó como invitado.

Pablo Ponzano y las memorias

Por Osvaldo Panza Doliani (*)

Es muy fácil para mí recordar a Pablo, quiero, deseo y debo hacerlo.

Lo que no me resulta sencillo es escribir lo que siento dentro de las formas que a él le hubiesen satisfecho. Tampoco puedo hacerlo sin imaginarlo corrigiéndome todo, absolutamente todo, como lo hizo (felizmente para mí) de forma implacable desde que nos conocimos.

Aunque es obvio que para abordar la personalidad y la obra de mi amigo debo recurrir a mis memorias (construidas con Pablo), dedicaré párrafos especiales a “las memorias”.

De una u otra manera, compartiendo muchas horas diarias de forma personal, o mediante comunicación a distancia nosotros construimos recíprocamente porcentajes importantes de nuestros pasados (memorias) como amigos, como profesionales y, también, por nuestras relaciones personales y familiares.

En nuestras vidas compartimos la construcción de memorias de gran eficacia, procesando mensajes que incluyeron desde contenidos alegres o muy alegres hasta los tristes o muy tristes, una gama inimaginable. Pero jamás indiferentes. Nunca importaron la magnitud, ni el origen de los acontecimientos, tampoco los ámbitos que nos convocaban, entre nosotros no se ocultaba nada y el grado de atención y análisis que nos brindábamos fue siempre atemporal.

No fuimos consanguíneos, pero nos sentimos hermanos, verdaderos hermanos, llenando el espacio que en la vida familiar de ambos no se había ocupado naturalmente.

En la década de los años 60, nuestra profunda amistad no incluía a nuestras formaciones profesionales, las cuales no tuvieron nada en común.

En nuestros encuentros, un tiempo importante lo dedicábamos al análisis que cada uno hacía sobre la evolución de los dramas de la educación en general y de la sociedad argentina y planetaria. Así “arreglando al mundo”, nos preguntábamos qué podríamos hacer juntos si tuviésemos poder de decisión, aunando nuestros criterios profesionales.

En ese ejercicio, nos dimos cuenta, que teníamos objetivos comunes, pero nuestras formaciones nos obligaban, por automatismos profesionales, al empleo de léxicos distintos, lo cual nos impedía idear acuerdos para acciones de aplicación inmediata. Más aún, generábamos discusiones que nos llevaban a transitar caminos divergentes, impidiendo unificar nuestras propuestas a pesar de tener, paradójicamente, los mismos objetivos y propósitos.

¿Qué nos pasaba? ¿Cómo eliminar las brechas profesionales que nos perjudicaban?

Qué bueno fue, entonces, para compartir nuestras décadas siguientes, y para mí, mi familia, mis alumnos hasta hoy y para siempre, el resultado de la búsqueda de los “porqué”. Tras mucho andar surgió la respuesta y el inicio de las soluciones.

La respuesta fue contundente: no acordamos porque no tenemos un punto de partida común, que no ofreciera flancos opinables ni aún discutibles por ninguna línea de pensamiento, ni por disciplina científica alguna y nos lanzamos de manera decidida a la búsqueda del punto de encuentro.

Dios nos iluminó para encontrar el ansiado punto de partida común en la vida misma.

La vida es. No necesita ser aceptada, porque no es patrimonio exclusivo de nadie.

Al lograrlo aprendimos, que esa ausencia fue y es aún hoy una de las principales causas de desencuentros entre las disciplinas científicas y no científicas, viéndose agravadas por discusiones semánticas, que les impiden conseguir rápidamente, acuerdos para la acción que satisfagan y beneficien a todos.

El cuidar celosamente las “quintitas” afianza las mezquindades, limita el futuro de quien lo hace y perjudica la convivencia de los demás.

Nuestros primeros pasos se iniciaron entonces, con el planteamiento de una “epistemología natural”, entendiendo que como marco universal el fenómeno de la vida era un hecho existente, ligado al Universo de manera indisoluble y que no requería de interpretaciones para ser.

Para la experiencia del ser humano, la vida existe en el planeta y probablemente para todos los mundos que desconocemos, ejercitando la sabiduría de una inteligencia primigenia o de un principio organizador del Universo.

En ese concepto establecimos el fundamento de nuestra biofilosofía que hoy incorporo en “El Nuevo Paradigma del Aprendizaje: Las Estructuras de la Vida” que considera a cualquier organismo, sin importar su grado de complejidad, como un sistema de información con una secuencia evolutiva natural, sinusoidal y circunstancial que involucra un orden estructurado témporo-espacialmente.

De esa biofilosofía interpretada por Pablo desde la neurociencia, surgió nuestra tarea de comprender la génesis y actividad de las estructuras de la vida y, en el caso del ser humano, en cuanto unidad vital biológica y espiritual, y como sistema de procesador de información neuroendócrina en continuo cambio. También debimos extender la aplicación metodológica de la cognición al ambiente externo para obtener el conocimiento de la interacción del Universo con la persona.

Tal conocimiento volcado a la interpretación del ambiente interno, mundo interior o subjetivo, permite al pensamiento argüir acerca de las leyes que gobiernan la vida de las especies y que generan la condición de individualidad de cada uno de sus integrantes.

A ello hemos designado como “las leyes fundamentales de la vida."

La vida es un acontecimiento predeterminado de la inteligencia del Universo. Tal inteligencia, presente en nuestro planeta y, posiblemente, en el cosmos, es un hecho evolutivo, inevitable y dinámico en continuo cambio, establecido por un orden que, aunque la razón humana no pueda comprenderlo en su total dimensión, ésta no lo puede modificar –y menos aún negarlo– con ninguna teoría religiosa, filosófica o científica.

Todas las conjeturas, interpretaciones, explicaciones y la aceptación de convicciones afectivas realizadas durante miles de años por pensadores de todas las culturas, han sido superadas por la acción inexorable de la vida.

Es decir que la vida, al no ser una teoría no admite críticas, cuestionamientos o refutaciones. Ya que ella es. Y por tal, es la realidad que trasciende a cualquier intento de sometimiento a todo registro empírico y a cualquier subjetividad del pensamiento sin importar la base epistemológica que lo sustente.

La inteligencia del Universo ya sea interpretada como Dios o como un principio organizador, por ende, no es una ideología autoritaria sino una planificación que disciplina su propio desarrollo.

Al iniciar nuestro intento de comprensión total multidisciplinaria y para poder ofrecer cómo conseguirla vislumbrando las bases para una nueva pedagogía, nuestras discusiones iniciales, estuvieron teñidas de “caprichos teóricos” sosteniendo ambos, muchas veces, ideas ajenas aceptadas académicamente en nuestros ámbitos de formaciones específicas, pero sin el aporte original de nuestros análisis y valoraciones personales los cual nos impedía acordar con lo propio por defender conceptos de otros.

Nuestras equivocaciones, y el reconocimiento de ellas, fueron nuestras mejores bases para la construcción de los sólidos pilares iniciales de nuestros acuerdos. Comprendimos que muchas de las enseñanzas que recibimos profesionalmente no eran las adecuadas y las aceptamos por no habernos planteado el objetivo de analizarlas y discutirlas pensando sin el condicionamiento que nos imponían esas propuestas. Por eso, participábamos de gestiones equivocadas y no llegábamos a acciones acordadas desde un fundamento común y propio.

Al haber encontrado el mismo punto de partida, las diferencias que surgían, las zanjábamos, siempre diccionarios específicos mediante, e iluminaron nuestro trabajo de unificación de léxico y, cuando las acepciones establecidas no nos satisfacían, generábamos con fundamentos científicos claros para ambos y para todos, nuestras propias definiciones.

Así nace un glosario o léxico ampliado e ilustrado para comprensión pluri y trandisciplinaria que, felizmente con en transcurso de los años es aplicado en cátedras de Ciencia de la Educación, de Psicopedagogía, Prevención comunitaria, Fisiología animal (Neurobiología y neurofisiología del aprendizaje) etología bajo mi responsabilidad en U.N.L Santa Fe; USAL Buenos Aires; UAI Buenos Aires; y empleada en talleres de: escuela para padres, perfeccionamiento docente, formación de formadores y en los cursos de Tecnicatura y Master en Prevención de drogodependencia de la USAL de Buenos Aires.

Todos somos docentes

La comunicación humana siempre es bidireccional aunque sea asimétrica. Pablo fue para mí, el mejor comunicador. Fue un gran maestro aun en sus últimos momentos. En su lecho de terapia intensiva continuó corrigiendo nuestro primer libro. Me enseñó con la seguridad de los grandes y con la acción ejemplar de sus inquietudes por el otro.

Debo admitir que en mi perjuicio, no supe ser mejor alumno de Pablo, porque si bien aproveché todo lo que pude de sus enseñanzas, no las apliqué con la intensidad e inmediatez que debí hacerlo para beneficiarme.

No tengo justificación válida para mi proceder, sólo puedo decir que no lo hice por la seguridad que me daba su sólida formación para corregir todos mis escritos y, por qué negarlo, a ello sumaba mi equivocada comodidad al escribir sin mayores cuidados y de dejar en Pablo y sus sutilezas literarias las correcciones de mi magras producciones escritas al enviarle el material del que haríamos uso común en las últimas décadas.

Ellas transcurrieron por inquietudes comunes, con discusiones muy profundas, acaloradas, honestas, sin defensas de opiniones porque juntos aprendimos que sólo desde la discusión de fundamentos (y no de opiniones) podíamos llegar siempre a conclusiones que nos enriquecían, creciendo juntos sin mezquindades.

Por entender que mi mejor recuerdo y homenaje es hacer conocer la esencia de sus producciones desde las neurociencias, he seleccionado fragmentos de escritos relevantes que a modo de ejemplos darán al lector una idea acabada de sus desvelos desde estos enfoques.

Pablo en la Neurociencia

¿Cómo difundía el “punto de partida común”?

“Cada problema que involucre a los comportamientos individuales o de grupos sociales requiere de un análisis profundo que debe comenzar siempre por el conocimiento científico acerca de: qué es la persona y cómo evoluciona naturalmente desde el mismo momento de la concepción hasta su finitud”.

“La población, mayoritariamente, ignora los contenidos más elementales de esta información.

La razón de este acontecer, radica en que tal información nunca ha sido incorporada, en la difusión de programas de educación para la salud destinados al hogar, a las escuelas o a la sociedad y está ausente en la educación para la construcción de la paz”.

“Aunque obvio, es importante destacar, que todos los análisis y propuestas que se elaboran sobre estos temas, sin tener en cuenta a la evolución natural de las estructuras de la vida humana, tendrán como hasta el presente resultados parciales, limitados y no pocas veces decepcionantes para sus actores y por cierto, más aún, para los pretendidos beneficiarios en las poblaciones en riesgo y de aquellas con posibilidades de entrar en él”.

“La misma inquietud que concentró a nuestros esfuerzos de investigación sobre la neurobiología y neurofisiología del aprendizaje en quienes, como los niños, comenzaban su evolución cultural desde el hogar para continuarla en la escuela, nos obligó a buscar, precisamente en ese ámbito, el punto de inflexión para la aplicación de un programa operativo que diera solución a las dificultades que se observaban en él”.

Dentro de un largo enunciado Pablo destacaba:

• “La inexistencia de un punto de partida común que impide la realización de acuerdos pluri, transdisciplinarios, intra e interinstitucionales eficaces para la organización de la familia y la escuela ejemplar probable.”

• “La desorientación de muchos padres que no saben qué hacer, ante el escaso rendimiento escolar de sus hijos y el aumento de los comportamientos inadecuados de estos.”

• “La angustia de muchos docentes que no saben qué hacer, pese a sus esfuerzos cada vez mayores, frente al bajo rendimiento general que registran sus alumnos.”

• “La descoordinación entre padres y docentes con respecto a la utilización del tiempo libre del niño en edad escolar.”

• “A que pese a la inmediata detección de dificultades y demoras en el aprendizaje de los niños y adolescentes, tanto en la lecto-escritura como en la matemática, las estadísticas anuales demuestran que el problema ya abarca a generaciones sin que se haya encontrado una manera de detener el proceso.”

• “La evasión a sus responsabilidades obligatorias que se registra en algunos padres, quienes prefieren que sus hijos, para no repetir, pasen de grado sin completar el aprendizaje básico de lo cursado.”

• “La evasión a sus responsabilidades obligatorias que se registra en algunas autoridades educativas, que resuelven administrativamente la promoción de alumnos con la aprobación de materias no cursadas, argumentando la posibilidad recuperatoria de ellas en cursos acelerados, desconociendo que no se pueden acelerar los tiempos de aprendizajes.”

• “El aumento de patologías registradas por los docentes como resultado del continuo distrés que le provoca el ámbito laboral.”

• “La utilización del cerebro de los alumnos como base de experimentos para teorías, programas y métodos educativos y formativos, cuyos resultados solamente se evalúan a través de los años cuando es irreversible la modificación cerebral inadecuada que ellos generan, manteniéndolos aunque se hubiera detectado su ineficacia inmediatamente de ser aplicados.”

• “La realización de cambios pedagógicos sin los fundamentos de la evolución natural de las estructuras de la vida, en especial, ignorando las modificaciones que toda enseñanza impone a las estructuras del cerebro y al resto del organismo.”

(Libro Violencia escolar año 2000)

A ello agrego que en lo señalado, que configura un problema socio biológico con evolución patológica, deben considerarse las bases científicas que lo fundamentan para llegar al diagnóstico sociológico correcto. Los avances de la neurociencia nos permiten transmitir nuestras experiencias, que se basan en las enseñanzas que nos brindaron las estructuras de la vida desde las “leyes fundamentales de la vida” y en la aplicación de los “derechos neurobiológicos humanos connaturales y adquiridos”, que permiten obtener, entre todos, las soluciones probables y concretas, que hemos conseguido en distintos lugares del país.

Pablo, su participación en la prevención y su mensaje familiar, escolar y social

“Resulta cada vez más urgente, entonces, la necesidad de concientizar a las autoridades y a la población acerca del problema de la generación de la violencia en los ámbitos familiar, escolar y social, como producto de la enseñanzas que reciben las personas, especialmente los niños, sin alteraciones genéticas y neurobiológicas detectables.”

“Asumimos como propósito con el programa Crecer Sin Violencia, de la Fundación CRESINVIO, que los niños y jóvenes aprendan en el hogar, en la escuela y en la sociedad, los contenidos necesarios para obtener posteriormente, una formación moral, ética y espiritual, más una capacitación laboral que de acuerdo a sus potencialidades, les permita pensar con libertad y conseguir así comportamientos que contribuyan a la construcción continua y progresiva de la cultura de la paz.”

Este propósito, solamente es posible a partir de aceptar como punto de partida inicial a la vida y en orden a la evolución natural de cada persona aprender:

• Que la persona como unidad vital, es un sistema dinámico de información biológica y espiritual en continuo cambio, cuyo futuro depende de su heredabilidad, de su pasado que no es inamovible, de las pre- informaciones de la cotidianeidad procesadas por la gramática de la vida y, también, de las variables cósmicas que actúan sobre ella.

• Que en cuanto sistema dinámico, tal unidad para evolucionar naturalmente, solamente recibirá pre información desde un estímulo, interpretando y procesando la respuesta para responder con un comportamiento al ambiente al que pertenece dicho estímulo externo o interno.

Por ende, emerge como una responsabilidad obligatoria para todos, que se comprendan los fundamentos científicos del programa Crecer Sin Violencia.

Para ello es preciso sumar esfuerzos para conseguir la mayor cantidad de personas que por convicción, en el menor tiempo posible se adhieran a él en forma activa y

• Que comprendan que quiénes participen serán los primeros beneficiados, ya que al entender como es la evolución natural de su propia vida, podrán enriquecer su personalidad y mejorar su convivencia.

• Que ellas participen en el desarrollo del programa en cualquier ámbito (familiar, escolar, laboral, social) para reducir y eliminar las causas generadoras de estas patologías en los niños y jóvenes, quienes se ven obligados, por esa condición, a crecer en un hogar, en una escuela, en una sociedad conflictiva o en el azar de la convivencia en la calle.

• Que contribuyan a la educación de la población de riesgo para que no acepten sin razonar, las enseñanzas que les formen memorias modales, para prevenir el miedo, la violencia, el hábito-indiferencia, la anorexia, la bulimia, las adicciones y las ciberenfermedades.

• Que acepten que la participación en este programa no es “una carga más" para las familias, para los docentes, para los líderes políticos y sociales ni para los responsables de las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales.

• Que elijan como prioridad geográfica para la aplicación del programa a las escuelas, ya que estos centros tienen la ventaja de reunir en un mismo ámbito a:

1) Los niños, representantes naturales de las familias del barrio o la comunidad, quienes pueden transmitir a sus familiares con rapidez la convocatoria para participar activamente.

2) Los docentes, como actores directos de la aplicación del programa junto con los padres y familiares.

• Que se reúnan en la escuela a todas las entidades del barrio (Juntas vecinales, clubes de servicio, clubes deportivos, asociaciones profesionales, ligas de amas de casa, cultos, cámaras o asociaciones de industria y comercio) con la participación de los organismos gubernamentales (Educación, Salud Pública, Seguridad y Justicia) ONGs y medios de comunicación, para coordinar con facilidad la transmisión de los contenidos de los programas brindados desde ella.

• Que se considere a los integrantes de la población a investigar, como marco de lista directo para el levantamiento de datos en la investigación de campo que documente el comienzo del programa.

La aplicación operativa de esta metodología, permite transversalizar rápidamente el enfoque del problema en toda la población para establecer las estrategias posibles que puedan corregirlo.

Pablo y “las memorias”

“El miedo, la violencia, las adicciones, la indiferencia, la corrupción, la delincuencia también se enseñan, se procesan molecularmente en las estructuras de la vida cerebral, se memorizan y se ejercitan con valoraciones impropias”.

“La fe, la ética y la moral también son productos de las enseñazas recibidas en el hogar, la escuela y la sociedad por lo cual emergen como aprendizajes desde las estructuras moleculares de memorias construidas por las culturas.” “La cultura de la violencia 1987”,

“La mayor incógnita del hombre por la condición de su “presente” se hospeda en el universo de su pasado, memorias, cuya existencia le habilita singularmente por el ejercicio del pensar para todos sus asombros, para todos sus misterios y para todas sus dudas frente a los demás interrogantes de la vida.” “El saber sí ocupa lugar” 1994.

Para ilustrar más al lector agrego:

¿Qué es la memoria?

La memoria, es el almacenamiento en anaqueles moleculares de neuronas y sus glías de los mensajes recibidos como enseñanzas redundantes o como auto enseñanzas también redundantes, mediante la acción de pensar. (Libre o condicionado)

Los mensajes de referencia o estímulos, integran al “mundo objetivo” o “ambiente externo” de la cotidianeidad de cada persona en los ámbitos de la familia, de la escuela, de trabajo, de esparcimientos y de la comunidad de los cuales participa y construye con sus acciones.

Todos los estímulos son procesados naturalmente por la gramática de la vida en las estructuras del sistema de información neuroendocrino. Se construyen así, las redes plásticas, interactivas y evolutivas que son los soportes orgánicos naturales del pasado e integran las biografías emotivo-cognitiva y la identidad de cada persona. Memorias.

La persona ES, por sus memorias y su futuro depende, de forma determinista, del uso que haga de ellas habilitándose para pensar, decidir y actuar libremente con criterio propio o crecer sometido a la esclavitud de la ignorancia o a intereses de terceros. “El nuevo paradigma del aprendizaje: las estructuras de la vida” (2005 en prensa dedicado a Pablo)

También se interesó y escribimos sobre “Cerebro, memoria e inmunidad”

Estos conceptos científicos, reales y demostrables, fueron muy claros en las convicciones de Pablo porque la memoria, tanto en su génesis como en su evolución integraron e integran capítulos importantes de las investigaciones que compartimos, publicamos y utilizamos en nuestra actividad personal, profesional docente, no docente y asistencial diaria.

Pablo tuvo la virtud, de saber aplicar sin dudar lo que construíamos compartiendo e integrando neurociencia, pedagogía y filosofía por eso escribió: “Nuestra biofilosofia” y ejercitó con valentía para su salud los conocimientos de “Cerebro, memoria e inmunidad” sorprendiéndonos con la evolución de sus tratamientos médicos de los cuales se jactaba.

¡Tenía razón al hacerlo!

En la medida que fuimos avanzando en los conocimientos de la memoria, el aprender de las estructuras de la vida y algunas intimidades moleculares de la memoria, Pablo con sus imaginaciones ideó titular un nuevo libro como: “Aventuras moleculares de las memorias”.

Siempre me dijo y así lo sentí y siento, que teníamos una asignatura pendiente: publicar un libro exclusivamente sobre “Las memorias”

Si bien no llegamos a concretarlo, fui acopiando suficiente material que verá la luz, Dios mediante, a la brevedad de mis posibilidades, también como un homenaje.

Nuestra compresión neurobiológica de la paz

La paz es el estado natural del alma de la persona en la dinámica de la vida. (1) Es decir, la condición interactiva del individuo con el cosmos y con su medio familiar, escolar laboral y social proyectado sus aprendizajes en la cotidianeidad, como comportamiento para la convivencia.

Este concepto que impugna el significado más utilizado, de considerar que la paz es un acuerdo entre partes en conflicto o la pausa concertada entre las guerras, tiene para el mundo actual la necesidad de un obligatorio sentido empírico.

Sin embargo,esa necesidad no podrá ser satisfecha en tanto las organizaciones sociopolíticas de los estados del planeta, sigan condicionado a las personas a regímenes políticos y socioeconómicos cada vez más injustos y desequilibrados y cada vez menos interesados en el valor de la vida.

Pero, ¿cómo cambiar esa ecuación internacional,internalizada en las más disímiles culturas? Aunque parezca actualmente utópico tal cambio, y deban pasar muchas generaciones para ello, la paz en el mundo es un acontecimiento del futuro que debe comenzar hoy, en cada lugar y en cada persona.

Es obligatorio entonces, como nunca ha ocurrido antes, que todos los deseos humanos, de cualquier habitante del planeta, se concentren en pensar a la paz como el estado evolutivo de la vida y NO como una pausa transitoria entre posibles conflictos de intereses.

Es indudable que las distintas teorías y estudios sobre la paz podrán considerar a esta propuesta como una expresión idealista teñida por un lirismo romántico superado.

Empero, el programa Crecer Sin Violencia nace como un acuerdo pluridisciplinario que entiende a la vida como el punto de partida común, apoyándose en el desarrollo de la neurociencia que demuestra que la evolución de la vida es inevitable, irrepetible, indetenible, incorregible e imborrable.

En tanto este acuerdo conviene a la búsqueda real de acciones aplicables que tienen como destinatario al individuo y a la preservación de sus principales atributos: el de pensar sin condicionamientos, el de la comprensión y la tolerancia a quienes sienten y piensan de manera diferente, el de la solidaridad hacia quienes sufren y el del amor hacia todas las cosas de la creación en el marco de la fe, la ética y la moral,

Este objetivo rescata a la familia y a su proyección social para crear una nueva civilización en la que participen todos los pueblos de la Tierra.

Avanzar decididamente hacia ello es probable, solamente, a partir de la educación y la formación de las personas coordinando las enseñanzas en el hogar y la escuela para generar un cambio cultural que abandone la cultura de muerte, de la ignorancia, de las enfermedades, de la desnutrición, del miedo, de las adicciones y, mediante la cultura de la paz construya la cultura de la vida. (Congreso Internacional de la cultura de la paz, UNL, Santa Fe, 1999).

Pablo por todas tus enseñanzas, gracias.

Alicia gracias por darme esta oportunidad.

Claudia y Antonio gracias por prolongar esta amistad.

Osvaldo

(*) Osvaldo Panza Doliani es médico, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba. Especializado en Neurobiología ha publicado junto a Pablo Ponzano “Sociobiología. La cultura de la violencia”, “Epistemología natural”, “El saber sí ocupa lugar. Bases biológicas para una nueva pedagogía”, “Las enfermedades que se aprenden: Bulimia y Anorexia”, “Neurobiología y neurofisiología del aprendizaje”, “Investigación científica y práctica docente pluridisciplinaria”, “Aprender de la vida”, “Crecer sin violencia”, “Aprender de la vida para un cambio sociocultural: prevención evolutiva”.

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